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LA DESPEDIDA. Cuento corto

LA DESPEDIDA
ESCRITO POR: Luisa Mariana Ballesteros Castaño 

Mi nombre es Francisco Ángel Sánchez y les voy a contar la vida que, hasta hoy, llevaba cargando día a día.

La montañita, Caquetá, Colombia (1988)
De mi país y mi familia poco tengo que decir. Un trato injusto, que en el andar de los años me violentaron de uno y me alejaron de la otra. ¿Mi familia? Una familia pequeña, vivíamos mi papá, mi mamá, mi hermano y yo en una vereda cerca de la montañita, un pequeño municipio del departamento de Caquetá. Les diría que mientras estuve ahí tuve una infancia feliz, pero siempre fue todo lo contrario, mi papá era un campesino que trabajaba y sembraba la yuca, sin embargo, también era un borracho maltratador que golpeaba a mi mamá; después de cenar le gustaba violarla y agredirla. A veces cuando intentaba defenderla se desquitaba conmigo golpeando a mi hermano, sabiendo que eso me daría aún más coraje del que ya cargaba. 

Nuestra zona siempre fue una zona de guerra entre paramilitares, soldados y guerrilla. Un día llegando de la escuela a mis 11 años de edad, vi desde el camino de maizales el comandante del frente 1 de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), Guillermo Salcedo, tomando un café con mi papá en toda la portada de la finca, no les niego, sentí un revolcón en el estómago, tragué saliva y seguí el camino hasta llegar con ellos.
Comandante, le presento a mi hijo mayor, Francisco.
Mucho gusto mijo, yo soy Guillermo, un amigo por aquí del pueblo.

Simplemente, no me salieron las palabras, aunque múltiples veces había escuchado de él y visto de lejos, era la primera vez que lo tenía tan cerca a mí. 

No se asuste, mijo, que yo soy como un ángel de la guarda para usted- Dijo y se rió. - Entonces este es el pelado del que me habló. - Dijo, dirigiéndose a mi padre. 
No, señor, es mi hijo menor; yo quisiera, comandante, que usted se lo llevara unos días a ver si se vuelve más varoncito. 
Mi cuerpo se estremeció de un sacudón, mi hermano era la única razón de que yo siguiera ahí, en esa casa, con esas personas que desconocía como familiares, y pensar que se lo llevarían a experimentar cosas por mucho peores de las que soportábamos todos los días, me removía la conciencia, no lo podía permitir, yo era su hermano mayor y mi deber era protegerlo. 
Comandante, si usted me lo permite, yo puedo ser más apto y servirle más que mi hermano, él es muy llorón para esto. 
¡Ah! pero entonces sí habla el muchacho - Dijo el comandante riendo. 

Después de unas reuniones privadas y algunas quejas de mi papá, el comandante, me coge del brazo y me arrastra con él hasta un carro. Esa noche lloré hasta quedarme dormido, no pude explicarle a mi hermano por qué lo había dejado. 

Pasó un buen tiempo, no supe calcularlo, y me dieron la orden de ir a un pueblo a realizar mi primera práctica de extorsión a un sapo del ejército que trabaja con unos policías locales, hicimos toda la labor y resulte siendo muy bueno para extorsionar, esa fue la primera de muchas de las futuras veces en la que extorsioné, manipulé y amenacé a gente, tanto inocentes, como culpables.
Miércoles al mediodía, estaba tomando un café tranquilo en el parque, esperando a la siguiente víctima, y escuché de lejos una conversación, al inicio no le puse tanto cuidado pero hablaron de un nombre familiar, un nombre importante: Raúl Sánchez.  El corazón se me detuvo y puedo jurar que fue el día más triste de toda mi vida, inmóvil y sin respirar, las lágrimas caían por todas mis mejillas, Raúl Sanchez de 15 años se había suicidado, Raul, Raulito, mi hermano. 

Ese día lo abandoné todo, cogí un carro y huí lo más lejos que pude llegar, encontré un motel de carretera, alquilé una habitación y cuando entré, lloré como un niño chiquito, como jamás pensé que un ser humano podría llorar, era mi culpa, Raúl se había suicidado por mi culpa, lo deje desprotegido y no soportó el dolor de mi partida, ni los maltratos de mi padre, ¿Lo peor?, ¡Que nunca me despedí! que cuando lo dejé siendo un niño de 6 años, no lo hice por abandonarlo, lo hice por él. 

Hoy escribo esta carta recordando aquel trauma que no pude superar nunca y despidiendo de nuevo a un ser amado, a un amigo, quizás un ángel que me tomó, me guió y me hizo ser la persona que hoy soy. Salomón, el amigo que me regaló una segunda oportunidad, hoy se despide del mundo terrenal por un cáncer terminal que avanzó tan rápido como la vida misma, te acompaño a tí, Salomón, como un hermano en tus peores batallas, ya que nadie lo hizo por el mío, y a ti Raúl, te mando un ángel para que se cuiden entre ustedes y esperen juntos nuestro reencuentro.
LA DESPEDIDA. Cuento corto
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